Nacía en 1920 en Valladolid, ciudad a la que quedaría prendido y atado hasta el final de sus días. Nunca quiso cambiar sus aires frescos de provincianismo por los modernos aires que quisieron arrastrarlo a la capital madrileña. Una actitud incomprensible dentro de una sociedad como la nuestra tan resignada a contemplar las incoherencias, los egoísmos, la superficialidad,...
Siguiendo sus propias palabras fue un hombre sencillo que vivió sencillamente. Se crió en el seno de una familia de ocho hermanos, sufrió, como todos, los horrores de la guerra, se enamoró de una joven con la que compartía muchas más cosas que las que les separaban, contrajeron matrimonio y con ella recorrió su vida, hasta que le dejó en 1974. Fue para él la mayor de las pérdidas.
Un hombre sencillo, un hombre sin las ambiciones a las que por reconocimientos pudo aspirar, un hombre alejado del ruido del que pudo y no quiso aprovecharse. Un hombre en el que ética y estética se han dado la mano.
Un hombre sencillo por encima de brillante, hombre por encima de escritor, quizás por eso, siguiendo sus palabras, el escritor murió antes que el hombre. Y fue una suerte, porque, por encima de todas las cosas, hoy nos ha dejado un hombre.
Ojalá esté ya disfrutando con su Ángeles. Viva por siempre en nuestra memoria. Descanse en paz.

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