
Tal día como hoy pero de 2004 los españoles nos levantamos y nos costaba trabajo creer lo que se escuchaba en todas las cadenas de TV y emisoras de radio. La salvajada era de tal calibre que resultaba increíble: se hablaba de varios atentados en estaciones de Madrid. La sensación de indefensión era enorme. El dolor se respiraba en todas partes.
Yo, me acuerdo, no me lo podía creer. Era una mañana de marzo y me dirigía al colegio donde daba clases. Tenía la sensación de que se hablaba de otra cosa o de que había un error, o de que alguien estaba exagerando,...
Y es que habitualmente los hombres somos bastante estúpidos: cuando se habla de accidentes de tráfico, de cáncer, de muertes,... siempre pensamos en los demás, no en algo que pueda ocurrirnos a nosotros en primera persona. Como nación nos sucede igual: estamos acostumbrados a escuchar que ocurren atentados diariamente en Iraq o Afnagistán con decenas de muertos a diario, o de escuchar que suceden matanzas en algún país o ciudad africanos con un nombre innombrable, o que ocurre tal o cual catástrofe,... Pero somos tan estúpidos que pensamos que eso solo puede ocurrirles a los demás.
Por eso, a los hombres todo nos sorprende.
Demasiada gente perdió tal día como hoy a alguien cuando, sencillamente, se dirigían a su trabajo o a clase. Demasiada gente como tú y como yo.
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